El conocimiento de uno mismo nos permite reconocernos y, en consecuencia, comprendernos; dejar de juzgarnos se traduce en un perdón radical que nos permitirá amarnos con la mayor lucidez.
Nadie nos ha enseñado a mirarnos en nuestro propio espejo, por eso nuestro caminar se reduce a meras vivencias, sin llegar nunca a la dimensión de la experiencia, eso nos impide alcanzar nuestra verdadera e infinita grandeza en cada una de nuestra acciones.
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